17 agosto 2009

El domingo, una profecía - Leia a Nota no Final

1.- Los Mandamientos de Dios, decía, no proceden de la voluntad arbitraria de un dios que ostenta su poder, que oprime, que esclaviza; no brotan de la prepotencia o el afán de dominio. Más bien, en los Mandamientos, Dios nos dirige su Palabra que nos conduce hacia la libertad. A veces no somos concientes de que nuestra vida es una vida de esclavos, esclavizados a nosotros mismos, a nuestras vanidades y caprichos, y esclavizados por las presiones sociales, que van de lo económico a lo político, a lo laboral, a lo cultural. Esclavizados por nuestro reloj, por la eficacia y la eficiencia, esclavizados por el rendimiento, por la puntualidad. Incluso, debemos precavernos de la industria del deporte y usarlo con prudencia.

Las Diez Palabras que él anunció a su pueblo en el Sinaí, están repletas de Sabiduría. Y en nuestra circunstancia, en este momento de confusión e incertidumbre, lo que necesitamos es Sabiduría para orientar nuestra vida, para distinguir entre lo que favorece a la vida o, por el contario, lo que lleva a la muerte. En una época de tantos mensajes vacíos, dominados por poderes anónimos, presionados por una fuerza combinada de mercadotecnia y psicología de masas, necesitamos palabras que iluminen, palabras que nos orienten con claridad hacia la vida plena. Notamos que ya no vale el capricho, que el “todo se vale” conduce al caos y, cuando esta tendencia al desorden no se supera, llegamos a situaciones de destrucción masiva, situaciones que ponen en riesgo la sobrevivencia misma. Algo de esto sufrimos en nuestro País. También nuestros dirigentes nacionales parecen moverse a tientas.

Así pues, el “todo se vale”, el capricho, la arbitrariedad, el abuso de nuestra libertad, no llevan a la vida, sino a la destrucción. La arbitrariedad es la muerte del amor. Las palabras que Dios nos dio, en los Diez Mandamientos, protegen nuestra vida y nuestro amor y crean las condiciones para una vida humana y feliz, y una verdadera armonía entre las personas. Estas palabras son válidas aún para quien dice, o cree, no creer. Todos, en situación normal, amamos la vida. Tarea de nuestros líderes religiosos, y en la medida en que lo sean, es acercarnos a una interpretación correcta de los Mandamientos que nos ayude a descubrir en ellos la Sabiduría que necesitamos para vivir mejor, para vivir con sentido. Los Diez Mandamientos son embajadores de Dios ante el mundo.

2.- El domingo anterior, hablaba yo de la necesidad de recuperar nuestro capital humano, la herencia que viene de muchas generaciones anteriores y que, todo parece indicar, hemos perdido. Un punto esencial de esta herencia, decía, es nuestra dimensión espiritual. Nunca debemos olvidar que, de la misma manera que tenemos que alimentar nuestro cuerpo y cuidarlo, debemos también alimentar nuestro espíritu; y citaba la frase de Camus que denunciaba “la desnudez espiritual” de nuestro tiempo. Ese mismo domingo muy de mañana, abría yo un libro del Dr. Frankl, “El hombre doliente”, en el apartado donde critica duramente la psicología sin alma, contraponiéndola a una auténtica psicoterapia. El psicologismo olvida la dimensión espiritual del hombre, advierte el Dr. Frankl, “para el psicologismo no existe lo espiritual”. “Si el ser humano es esencialmente un ser espiritual, que trasciende por lo tanto lo físico y lo psíquico, el logos (sentido) es el aspecto objetivo de la existencia, lo específicamente humano, el aspecto subjetivo de esa espiritualidad. O sea, que la dimensión espiritual es la que permite al hombre “vivir con sentido”. Esta dimensión le permite, también, la capacidad de auto trascenderse, es decir, de salir de su egoísmo y darse en el amor y el servicio. Descubrir “un sentido por cumplir, ir hacia un semejante que sale al encuentro; en todo caso el ser humano es realmente humano en la medida que se disuelve en el servicio por una causa o en el amor a una persona; cabe afirmar que el hombre es realmente él mismo, y se realiza a sí mismo, en la medida en que se pasa por alto y se olvida de sí mismo con la entrega a una misión o a un semejante” (p. 210).

Sin decirlo, con estas palabras, el Dr. Frankl, se sitúa en el centro del mensaje cristiano. El ser humano no puede realizarse en el egoísmo; se realiza, y es él mismo, en la medida en que ama, en que es capaz de servir, capaz de la entrega total. Sin esta apertura, sin esta “autotrascendencia” ó “supertransferencia”, el ser humano se agota en sí mismo, se destruye. Después de todo no tenemos en nosotros mismos el principio de realización. “El que quiera salvar su vida la perderá, y el que la pierda por mí y por el evangelio, ése la salvará”, advertía Jesús a sus discípulos. Y estas palabras no significan otra cosa mas que el hecho de que la vida humana, nuestra existencia, no tiene sentido mas que en la donación y en la entrega. El evangelio no es más que un llamado al amor y al servicio en nombre de Cristo. “En esto conocemos que hemos pasado de la muerte a la vida, en que amamos a los hermanos”. Esta es la dimensión espiritual del hombre; esto es tal vez la pérdida más dolorosa de nuestro tiempo. Bajo esta perspectiva podríamos leer la última encíclica Papal, porque ni las cuestiones sociales más especificas, como la economía, tienen solución si no se parte del amor que se realiza en la verdad. Perder la vida por él y por el evangelio, no es otra cosa más que la posibilidad de servir y amar.

3.- El Domingo. Entonces, es nuestra dimensión espiritual la que tiene que ser alimentada. Nos ha resultado fatal olvidar dicha dimensión, nuestra vocación y destino. La peor confusión es cuando ya no sabemos ni de dónde venimos ni a dónde vamos, entonces las peores deformaciones se hacen posibles. El domingo cristiano constituye una magnífica oportunidad para este fin. Después de todo, es un don de Dios para re-crearnos. Dios no tiene necesidad de nosotros; todo lo ha hecho para nuestro bien. El domingo cristiano celebra la nueva creación que Dios ha realizado en Cristo. Ojalá pudiéramos comprender esta oración de la Iglesia referente al domingo: «reunidos aquí el domingo, día en que Cristo venció la muerte y nos hizo partícipes de su vida inmortal»; celebramos la liberación radical y fundamental, la más grande que podamos imaginarnos. Si la muerte es el destino universal, la celebración del domingo nos recuerda que hemos sido liberados de la muerte. Y aquí no llega, ya, ningún discurso social o político, ninguna psicología, por profunda que se autodenomine. Estamos ante el misterio total de hombre. Celebramos la libertad. El domingo es la celebración de nuestra libertad. Nacimos para ser libres. “Para ser libres, nos ha liberado Cristo” (Gál 5,1). El domingo es una profecía, la profecía de la libertad plena que aguardamos.

4.- El mandamiento de observar el día de descanso tiene este escueto fundamento bíblico: «este día es santo». ¡Recuerda el día del descanso para santificarlo! Es el mandamiento del Señor. Para Israel, era el sábado, para nosotros, el domingo. El hombre, a ejemplo de Dios, está llamado a descansar un día: “durante seis días trabajarás y harás todas tus tareas; pero el séptimo es día de descanso en honor del Señor, tu Dios… porque en seis días el Señor hizo el cielo, la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos, pero el séptimo día descansó. Por eso el Señor bendijo el día sábado y lo declaró santo” (Ex 20,9-11).

Hay una referencia a la creación para fundamentar el descanso semanal. Puesto que Dios descansó tras realizar sus obras, también nosotros debemos distanciarnos del trabajo y participar del descanso divino; Dios ha pensado en nosotros. Es curioso que el mandamiento de Dios no hable del deber de celebrar oficios religiosos. Nosotros queremos reducir el significado del domingo, en todo caso, a una Misa, más o menos rutinaria, sin embargo, originalmente, Dios quiere otra cosa. Karl Rahner lo expresa así: “Dios no cuida en este mandamiento, si se puede expresar así, de que lo honren y le den culto, sino de los seres humanos y su libertad y liberación, Dios quiere crear para las personas un tiempo regular de descanso”. Se trata de nuestro descanso. Dios quiere crear un espacio de ocio para la gente, quiere darnos un respiro. Es bueno que nos distanciemos de nuestras obras, de lo contrario, nos aplastan. Necesitamos el descanso para regenerar nuestras fuerzas internas, para recuperar nuestra energía interior, para revitalizar nuestro espíritu. Y este descanso tiene incluso un efecto saludable, evita acabar en un estado febril y de agitación.

5.- Dios bendijo el sábado. Bendición significa separación, consagración, fertilidad. Cuando Dios bendice el descanso desea que nuestra vida dé fruto. Si descansamos de nuestro trabajo, el trabajo también se beneficia, se hace más fructífero. Precisamos distancia de nuestro trabajo para que pueda dar fruto realmente. Pero parece que hemos perdido también la capacidad de descansar, y no pocas veces continuamos el trabajo durante el domingo, nos lo llevamos a casa, tratamos de terminar, supuestamente, un trabajo atrasado que no pudimos hacer a tiempo, y el domingo lo invertimos trabajando. Agotados, extenuados, se trastorna todo nuestro sistema de navegación; la convivencia con los nuestros se dificulta y el televisor es la alternativa. La comunicación se rompe. La alternancia del día y la noche, en la Biblia, es la alternancia del trabajo y el descanso; los tres turnos de trabajo, es invención nuestra. Un himno litúrgico dice: «Creador sempiterno de las cosas/ que gobiernas las noches y los días/ y alternando la luz y las tinieblas,/ alivias el cansancio de la vida». Nosotros hemos roto el ritmo divino y hemos enloquecido.

6.- Libertad en juego. Pero es importante destacar que el descanso semanal es una referencia al acto liberador de Dios. De la misma manera que el descanso del hombre se fundamentaba en el descanso de Dios, luego de la creación, también es cierto que dicho descanso se fundamenta en la gesta liberadora que Dios realiza de su pueblo de la esclavitud de Egipto. «El Señor te hizo salir de ahí con el poder de su brazo. Por eso el Señor tu Dios te manda celebrar el día del sábado». El descanso dominical tiende a ser la expresión de nuestra libertad, quiere evitar que nos dejemos dominar por unos señores y que se decida sobre nosotros. Y es un día que poco a poco elimina todas las diferencias entre señores y esclavos. Dios quiere que en el día domingo se ponga fin a las diferencias denigrantes dentro de la sociedad humana, todos deben participar de la festividad del domingo. Con el mandamiento del descanso semanal, escribe el Biblista alemán G. Lohfink, «Dios deshace la base de una sociedad de esclavos, incluso de toda sociedad de clases. La celebración dominical comunitaria de la fiesta de la liberación por Dios, también conducirá a otra convivencia semanal.

Así pues, la celebración del día del Señor tiene una dimensión profundamente humana; Dios nos quiere libres. En tiempos de Jesús, el día del descanso, el sábado, se había convertido en una de las peores fuentes de opresión. Las religiones, por lo general, provocan angustia. Estaba reglamentado en una forma que hasta los pasos que se podían dar estaban contados. No se podía llevar a los enfermos al médico y se discutía si el huevo que puso una gallina en sábado, podía ser comido. Posiblemente el sábado constituyó una de las polémicas más duras de Jesús contra la deformación religiosa de su tiempo y de todos los tiempos, precisamente porque representaba una opresión, una esclavitud; se había traicionado el proyecto original de Dios, el descanso y la libertad. En cierta ocasión curó en sábado a una mujer enferma por lo cual fue duramente criticado y acusado ante las autoridades religiosas de impiedad. Los oficiales de la religión estaban escandalizados de su libertad frente al sábado y Jesús les reprocha: si su buey o su asno se caen en un pozo, ¿no van a sacarlos aunque sea en día sábado? ¡Hipócritas! Y a esta mujer a quien satanás tenía oprimida (enferma) desde hace muchos años, ¿No podríamos liberarla aunque sea en sábado? ¡Vayan y aprendan lo que significa: misericordia quiero y no actos religiosos! Las multitudes que lo seguían para que curara a sus enfermos, esperaban a que se pusiera el sol, si era sábado, para llevar a los enfermos ante Jesús. Por eso Jesús establece la norma máxima de toda ley: “el sábado se hizo para el hombre, y no el hombre para el sábado”.

Con sus curaciones, Jesús nos hizo ver el verdadero significado del sábado. El domingo, las personas deben percatarse de su libertad originaria. Este día el pueblo también debe recordar la felicidad y la belleza de su propio origen, la creación y el paraíso. ¡Y recuperar la alegría! El recuerdo de los orígenes se convertirá en esperanza de lo que será el Reino de los Cielos. Todas las fatigas de la vida habrán terminado allí, nadie será ya presa de nadie y se manifestará la realización de todos. El domingo se convierte entonces en esa profecía, en esa esperanza: libres en el país de la libertad. El domingo proclamamos la esperanza de participar un día “en el domingo que no tiene ocaso”. Cuando entremos en reposo de Dios.

7.- El domingo nos protege, también, de un Estado que quiere tener un poder absoluto sobre nosotros y de los intereses de la economía. El domingo nos protege de los noticieros y de la carga violenta de su contenido. Hoy existen muchas presiones en nuestra sociedad que pretenden poner el domingo bajo el control de la economía. Contra esto existe la crítica del fundador de la Teoría Crítica Max Horkheimer. Considera este autor que las religiones, justamente por abarcar más con su mirada, mantendrán vivo dentro de la sociedad el deseo del “totalmente otro” (Dios), el deseo de una realidad diferente a la realidad que nos asfixia. Y sin este deseo, que vislumbra que el más acá no es todo y algo dentro de nosotros escapa del dominio de la economía, sin este deseo digo, la sociedad se convertiría en algo brutal y frío.

El domingo es la protesta visible de la religión contra el poder absoluto del Estado y de la economía, del trabajo por el trabajo, de la obsesión. El domingo es la opción por el hombre. Las obligaciones económicas no deben disponer de nosotros, sino Dios, que nos arranca de estas obligaciones y nos reserva un día santo, curativo y beneficioso.

Los católicos tenemos un medio inefable para esta celebración. Para mí personalmente, la Eucaristía dominical es un asunto vital. En ella hacemos referencia al hecho fundante de nuestra libertad. No de una libertad sociopolítica, ni siquiera una libertad frente a los poderes económicos o estatales, sino la libertad más profunda y total que me libera incluso de mi propia muerte, que resuelve el misterio más profundo del ser humano. Toda eucaristía se refiere al mismo hecho fundante, la muerte y la resurrección de Cristo, pero la eucaristía dominical tiene un plus de significado, “es el día en que Cristo venció la muerte, y nos hizo partícipes de su vida inmortal”. En la eucaristía, celebramos, re-presentamos y nos hacemos partícipes de esa victoria. Sin esta liberación radical de la que eran figuras las liberaciones del pueblo de Israel, poco importarían las demás libertades. Libres para amar. De aquí brotan todas las posibilidades; la posibilidad del amor, del servicio, la de la esperanza. De la alegría.

Fonte El Diario

Nota: Este artigo é de um Padre católico e ele argumenta sobre a necessidade de se guardar o domingo como solução para os problemas para a humanidade, ele afirma que os "Os Dez Mandamentos são embaixadores de Deus para o mundo", os mandamentos da ICAR, é claro, pois ele alega a mudança do sábado para o domingo como sendo uma "nova criação". Ele diz ainda que o domingo celebra a liberdade das pessoas.

O texto nos faz lembrar dos apelos de Bento XVI em prol do domingo. A instituição do domingo como dia de guarda, ele diz: "é uma necessidade para os dias atuais".

O inimigo das almas está trabalhando de forma inteligente para implantar seu grande engano, enquando muitos dormem, Satanás está bem acordado.